Guadalquivir, verde como hiedra
caudaloso y con clase,
cansado viene de la sierra
de tanto embalse y trasvase.
Lento atraviesa a la Sultana
diviendo en dos orillas
a un lado queda Triana
y al otro se asienta Sevilla.
La Giralda mora y cristiana
vestida de mantilla
lo jalea con sus campanas
mientras el río se maravilla
ante esta señora sevillana
y a compás de seguirilla.
Enamorado de la tierra
parece quisiera quedarse
con todo el misterio que encierra
de la gloria despojarse.
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